Sección: A la escucha
El Adviento nos llama a estar vigilantes en la fe y en la oración para que sepamos discernir los signos de la venida del Señor. Vaciarnos de nosotros mismos y tener un corazón pobre como San José para poder albergar al Salvador de nuestra historia.
La corrección fraterna debe ser incluida en nuestro modo de vivir, reconocer que la otra persona es importante de por sí, independientemente de sus actos.
Vivir en clave de Jesús es un riesgo fecundo, que implica abrazar la crudeza de la realidad propia, luchar la batalla de la autenticidad y liberar el amor de las inconsistencias y las banalidades.
El Evangelio de hoy nos ofrece el milagro de la multiplicación de los panes y los peces: milagro real, que, según el papa Francisco, nos habla de la compasión, la generosidad y la eucaristía.
El Reino de los Cielos es el mayor tesoro en el mundo que puede dar sentido en mayúsculas a nuestra existencia.
Nuestro ser cristiano se debe diferenciar: debemos ser ejemplo, ser críticos y defensores de un mundo más humano.
La llamada a ser sembradores del Evangelio es una llamada a vivir nuestra fe con esperanza; a no desalentarnos por no recibir los resultados esperados.
La revelación es posible solo a quien renuncia a su proyecto egoísta y se suma al proyecto dado por Dios.
Nosotros, como seguidores de su Palabra, podremos observar en este comportamiento la conducta de Dios, para que esta nos lleve a la santidad.
El evangelio de este domingo nos insta a no tener miedo, a mantener la calma, a confiar en Dios. Pero también a no bajar la guardia, a estar alertas y cuidando constantemente de la vida espiritual.